06 noviembre 2005

Otra vez

- Entonces, tú tienes una obsesión por él. Ésa es una patología... ¿por qué no te haces ver por un siquiatra?

Pensé que la vida entera era una patología, que Sartre era patológico, Lucia Hiriart es patológica, que la vieja del lado es patológica, que al fin cualquier pasión puede serlo, incluso, en otros términos, un pecado.

Pensé si tenía que ir al siquiatra, conversar con un cura o hacer yoga. Al fin es lo mismo, si no fuera así, no habría literatura, tanto pensarlo así que se ha llegado a afirmar que la literatura, para quien lo escribe, es una terapia, lo mismo que la pintura o barrer el patio de la casa.

No es la primera vez que me mandan al sicólogo o al siquiatra, por más que quienes me conocen saben que descreo absolutamente de la eficacia de aquellas disciplinas para cambiar nada. De hecho, me pregunto... ¿cuál es la idea? ¿hacer de uno un ser completamente equilibrado?

Si es una obsesión, me encanta que sea una obsesión, le da un matiz a mi vida que no creo que lo tuviera si estuviera "felizmente" casada. Sin embargo, no creo que lo sea. En otros tiempos podrían haberlo calificado de un amor loco, sin mesura, estúpido, etcétera ¿pero qué mierda no lo es?

- Tan perspicaz que eres para alguna cosas y tan estúpida para otras.

Y sí.

Anoche, llegando de Buenos Aires, dormí con él, por fin tuve ese cuerpo que se me aparecía cada vez que cerraba los ojos, por fin sentí mi cuerpo en la medida que me da el suyo.

- ¿Qué vas a hacer en febrero?

Hace días que venía imaginando que este verano me iba con él al lago, pero pensaba que iba a invitar a su novia (y me dio muchos celos), pero que de alguna manera debía convencerlo que era bueno que yo fuera también con mi hija.

- Me hubiese gustado ir al lago contigo.

- Pues yo te quería invitar...

Nos miramos. Luego me acerqué a él y nos abrazamos un largo rato, sin hablar. Entonces, comenzamos a planificar el viaje juntos y con los niños.

- Todo el mes, me dijo.

- Entonces tenemos que llevar suficientes provisiones para que no te desesperes y quieras volver.

- No, ya no necesito como antes ¿sabes?

- Al menos llevaremos cervezas...

- Sí, preciosita.

(Ese preciosita me mata)

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