29 junio 2006

La analista

Salió de su consulta a las 9:35 y todavía le quedaba asistir al diplomado de las 22 horas. Los últimos pacientes, los padres del Nene, la habían dejado agotada. Se subió a su Fiat Palio rojo y tomó el camino inverso a la universidad. Por un día que no asista, no pasará nada pensó, pero dos cuadras más allá se arrepintió y enfiló por la autopista rápida hacia el campus ubicado en el barrio universitario. Bueno, al fin y al cabo, nadie me espera. A las 11:15 se retiró del aula y aceleró para alcanzar a llegar al supermercado de la esquina de su casa antes de que cerrara. En el estacionamiento, una camioneta negra la pasó a llevar cuando la analista retrocedía, ¡ten cuidado, guatona!, gritó el conductor, ay, qué malo eres con la pobre gordita, le reprochó su acompañante, debí haber venido caminando, así no me topo con imbéciles como éste y, de paso, adelgazo un poquito, aunque el yoga creo que basta. Adentro, no se pudo decidir por un vino blanco o uno tinto, los taninos me dan jaqueca, los blancos son para los ignorantes, pero saben mejor con los ostiones que llevo, desechó la cerveza de plano y optó por un par de botellas de blanco orgánico del valle central, año 2001, que dicen es la mejor cosecha de los últimos tiempos.

A las 12 de la noche tenía la mesa puesta para uno como si fueran dos, mantel azul, velas violetas, flores y copa de cristal. Escuchando a Evora comenzó la degustación de quesos y mariscos con el vino blanco y media botella después miraba fijamente la puerta, si por allí entrara mi amante ávido de sexo, me empujara en el pasillo, me abriera las piernas y me penetrara una y otra vez, pero detrás de la puerta, muchos kilómetros más allá no había nadie. Acabó la primera botella y fue a buscar la segunda. Me dijo gorda, no, no me lo dijo, pero me lo sugirió, la muy puta.

A la 1:30 escuchó un automóvil estacionarse. Se asomó por el balcón y reconoció al vecino del piso de arriba, un hombre de unos treinta años, alto y fornido, que vivía solo, y ¿si lo invito a pasar por un trago? No, quizás me diga que no y no soportaría un rechazo, empinó otra copa de vino mientras escuchaba los pasos en su piso, tal vez ahora él toque a mi puerta, pero pasó de largo y empinó la botella esta vez, a lo mejor debiera yo tomar la iniciativa, para eso las mujeres ahora tenemos poder de decidir ¿no?, la muy puta, decirme que estaba un poco deteriorada, qué se cree, agarró las llaves, salió y subió. En la mano izquierda llevaba la botella, en la derecha las llaves y se sostenía del pasamanos para no caer, las piernas estaba tan débiles ya, toco o no toco, sí toco, ya ahora, el hombre se demoró en abrir. Allí estaba, alto, mirándola, con una botella de agua mineral, esas manos, qué grandes, agarran la botella como si se estuviera masturbando, qué pene debe de tener, yo lo quiero, inconscientemente se pasó la lengua por los labios...

- Yo... yo... quería...
- Señora, ¿qué le pasa, señora? ¿quiere que la ayude?