- Según el testigo, Paul... Wil...c...zoc, sí, Paul Wilczoc...
- Sí, Wilczoc, igual que el violinista...
- ¿Perdón?
- No, nada.
- Bueno, continúo: según el testigo, Paul Wilczoc, usted gritó que lo mataría.
- ¿A quién?
- A la víctima, claro está.
- Ah, sí, creo que eso grité.
- ¿Cree?
- Sí, creo, no lo recuerdo bien, pero no fue más que una manifestación de ira sin sustento en la realidad.
- ¿Estaba usted, entonces, furiosa?
- Iracunda.
- Y ebria, según este informe.
- Sí, ebria e iracunda
- Y afirma usted que, debido a su ebriedad, no recuerda con claridad lo que sucedió ¿no es así?
- Sí.
- Entonces, no recuerda lo que hizo después de gritarle que lo iba a matar.
- Sí, me fui a dormir.
- ¿No corrió usted a tomar un cuchillo que le había regalado el señor Paolo de la Villa Códice?
- No.
- ¿No recogió usted el cuchillo y corrió tras de la víctima y le dio una puñalada por la espalda?
- No. En todo caso se la habría dado de frente.
- ¡Ah! Entonces sí lo apuñaló.
- No.
- ¿Nos podría decir dónde está la víctima, entonces?
- ¡Qué se yo! Ojalá que muerto para siempre.
- Ya.
- ...
- ¿Y Wladimir Brayard?
- ¿Qué pasa con Wladimir?
- ¿No le sugirió el señor Wladimir Brayard que una fosa debajo del piso de la trampa de la escalera sería un mejor lugar para enterrar un cuerpo?
01 junio 2006
30 mayo 2006
Narrador: "El sexo, cuando no da vida, mata"
La señora P., tres hijos, divorciada, va camino de la sesión nº 39. Hace semanas que se le ha hecho insoportable enfrentar a su analista, pero persiste en el intento de que la terapia de un buen resultado. De pronto, al doblar una esquina, se encuentra a boca de jarro con un antiguo compañero sexual. Lo encuentra igual que hace tres años, pues la señora P. ya ha entrado en esa etapa de la vida en que los años pasan tan rápidamente que parecen no pasar.
- Te ves bien- le comenta mientras su interlocutor le presenta a su acompañante, un tipo un poco más bajo que su ex compañero, pero fibroso y con un buen par (no vaya a ser un trío) de musculosas piernas. Demás está decir que el ex amante la mira con lascivia.
- ¿Por qué no vamos a tu casa?
- Ya no ando en esos trotes,- le advierte ella, pero la visión de su analista la hace cambiar de opinión- aunque una cervecita no me haría mal.
Ya en casa se sientan los tres a conversar en la sala. La señora P. le muestra los arreglos que está haciendo en la cocina. El ex amante no hace más que alabarla a ella y su amigo, Paul, con la intención de que se deseen mutuamente. Ella no da signos de entender, por lo que le dice en un rincón de la casa:
- ¿No te gusta Paul? ¿No te gustaría tener sexo con los dos?
Ella sólo ríe.
Más tarde el alcohol y Paul han hecho lo suyo. La señora P., desnuda en el piso de la biblioteca, es penetrada por Paul, quien ofrece a su amigo la apertura de ella.
-No, cuando estoy ebrio no puedo, culéala tú no más.
La señora P. se enfurece.
- ¿Qué te pasa?- le grita- ¿Acaso te doy asco que no me quieres culear?
- Cálmate- interrumpe Paul.
Los senos de la señora P. comienzan a hincharse y enrojecerse. Se produce un incomprensible intercambio de gritos. Paul está al medio.
- ¡Te voy a matar! ¡Te juro que te voy a matar!
- Loca, loca, loca de remate...
- Por favor, calma, por favor...
- Vamos, Paul.
- Eso es, me traes a un hombre para quitármelo.
- Vamos, Paul. Dejemos a esta puta...
- Perdón, señora P.
- Antes que te lo lleves, te mato.
La señora P. corre a la cocina y toma el cuchillo para sushi que le regalo de la Villa Códice.
- ¡Te mato!- gritó.
- Te ves bien- le comenta mientras su interlocutor le presenta a su acompañante, un tipo un poco más bajo que su ex compañero, pero fibroso y con un buen par (no vaya a ser un trío) de musculosas piernas. Demás está decir que el ex amante la mira con lascivia.
- ¿Por qué no vamos a tu casa?
- Ya no ando en esos trotes,- le advierte ella, pero la visión de su analista la hace cambiar de opinión- aunque una cervecita no me haría mal.
Ya en casa se sientan los tres a conversar en la sala. La señora P. le muestra los arreglos que está haciendo en la cocina. El ex amante no hace más que alabarla a ella y su amigo, Paul, con la intención de que se deseen mutuamente. Ella no da signos de entender, por lo que le dice en un rincón de la casa:
- ¿No te gusta Paul? ¿No te gustaría tener sexo con los dos?
Ella sólo ríe.
Más tarde el alcohol y Paul han hecho lo suyo. La señora P., desnuda en el piso de la biblioteca, es penetrada por Paul, quien ofrece a su amigo la apertura de ella.
-No, cuando estoy ebrio no puedo, culéala tú no más.
La señora P. se enfurece.
- ¿Qué te pasa?- le grita- ¿Acaso te doy asco que no me quieres culear?
- Cálmate- interrumpe Paul.
Los senos de la señora P. comienzan a hincharse y enrojecerse. Se produce un incomprensible intercambio de gritos. Paul está al medio.
- ¡Te voy a matar! ¡Te juro que te voy a matar!
- Loca, loca, loca de remate...
- Por favor, calma, por favor...
- Vamos, Paul.
- Eso es, me traes a un hombre para quitármelo.
- Vamos, Paul. Dejemos a esta puta...
- Perdón, señora P.
- Antes que te lo lleves, te mato.
La señora P. corre a la cocina y toma el cuchillo para sushi que le regalo de la Villa Códice.
- ¡Te mato!- gritó.
29 mayo 2006
Sesión Nº 34
- Usted dirá.
- Bueno, quisiera pedirle perdón.
- ¿A qué viene esto?
- Pensé que estaba equivocada, no quise escucharla ni menos hablarle de usted. Soy muy egoísta y sólo me preocupa mi persona.
- Si usted lo dice, pero ya no sirve de nada pedir perdón.
- ¿No? ¿por qué?
- ¿Por qué habría de pedir perdón si ya hizo el daño?
- Bien, supongo porque existe la necesidad de manifestarle a la persona dañada que uno reconoce que hizo mal.
- ¡Qué estupidez!
- ¿Perdón?
- Nada... entonces, luego usted irá a la fosa cubierta y le pedirá perdón al cuerpo yacente.
- ...
- ¿O no?
- No sé, no entiendo.
- ¿Qué caso tendría? ¿No se da cuenta de que sigue siendo un asunto personal y no del otro? Un problema de conciencia.
- ...
- Pedir perdón sólo hace más liviana su culpa, pero no repara el daño en el otro ¿entiende ahora?
- Yo sólo quería pedirle perdón por tener sexo con usted sin que usted, realmente, quisiera.
- Ya no sirve.
- Y también quería pedirle perdón por no escucharla...
- Ya es inútil.
-... por querer hablar sólo de mí y no decirle lo que usted necesitaba escuchar en ese momento...
- ¿De qué sirve ahora?
- ¡Entiéndame!
- Para eso me paga, limitémos a sus problemas que no me incluyan.
- ¿Cómo le iba a decir que no si estaba tan ansiosa?
- Cállese.
- ¿Cómo no iba a desnudarla si usted se me lanzaba con las ropas abiertas?
- Por favor, cállese.
- Por supuesto que me equivoqué, pero no me di cuenta de mi error en ese momento, no podía pensar, estaba sobrepasada por la situación, por las mía y por la suya, usted también entienda. Además yo también estaba vunerable, caliente. Y la estimo...
- No siga con sus inútiles explicaciones.
- ¡Por favor! No podía decirle lo que pensaba de usted, habría sido más cruel, decirle que la encuentro una mujer tan deteriora...
- ...
- ¡Por favor, por favor, perdóneme! ¡No quise decirlo!
- ...
- Por favor...
- Váyase.
- ...
- ...
- Bueno, quisiera pedirle perdón.
- ¿A qué viene esto?
- Pensé que estaba equivocada, no quise escucharla ni menos hablarle de usted. Soy muy egoísta y sólo me preocupa mi persona.
- Si usted lo dice, pero ya no sirve de nada pedir perdón.
- ¿No? ¿por qué?
- ¿Por qué habría de pedir perdón si ya hizo el daño?
- Bien, supongo porque existe la necesidad de manifestarle a la persona dañada que uno reconoce que hizo mal.
- ¡Qué estupidez!
- ¿Perdón?
- Nada... entonces, luego usted irá a la fosa cubierta y le pedirá perdón al cuerpo yacente.
- ...
- ¿O no?
- No sé, no entiendo.
- ¿Qué caso tendría? ¿No se da cuenta de que sigue siendo un asunto personal y no del otro? Un problema de conciencia.
- ...
- Pedir perdón sólo hace más liviana su culpa, pero no repara el daño en el otro ¿entiende ahora?
- Yo sólo quería pedirle perdón por tener sexo con usted sin que usted, realmente, quisiera.
- Ya no sirve.
- Y también quería pedirle perdón por no escucharla...
- Ya es inútil.
-... por querer hablar sólo de mí y no decirle lo que usted necesitaba escuchar en ese momento...
- ¿De qué sirve ahora?
- ¡Entiéndame!
- Para eso me paga, limitémos a sus problemas que no me incluyan.
- ¿Cómo le iba a decir que no si estaba tan ansiosa?
- Cállese.
- ¿Cómo no iba a desnudarla si usted se me lanzaba con las ropas abiertas?
- Por favor, cállese.
- Por supuesto que me equivoqué, pero no me di cuenta de mi error en ese momento, no podía pensar, estaba sobrepasada por la situación, por las mía y por la suya, usted también entienda. Además yo también estaba vunerable, caliente. Y la estimo...
- No siga con sus inútiles explicaciones.
- ¡Por favor! No podía decirle lo que pensaba de usted, habría sido más cruel, decirle que la encuentro una mujer tan deteriora...
- ...
- ¡Por favor, por favor, perdóneme! ¡No quise decirlo!
- ...
- Por favor...
- Váyase.
- ...
- ...
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