21 marzo 2006

Interrogatorio Nº 11

Por aquellos días estábamos remodelando la planta baja de la casa. El piso de la cocina estaba levantado con el objeto de aplicar cemento y luego, sobre él, las cerámicas blancas y negras que ya había comprado. Cierta tarde, sin que nadie lo supiera, hice un llamado. Era mi secreto estúpido. Me avergonzaba mi propia debilidad e inconsecuencia. A las veintitrés horas, puntual, sonó el timbre. Entró mostrándome su figura.

- ¿Cómo estoy?
- No sé. Dímelo tú.
- ¿No te parece que tengo la figura de un atleta olímpico?
- Pues...
- ¿O me encuentras muy flaco?
- ...
- Ciertamente estoy muy flaco, casi no me alimento, pero observa la tonicidad de mis músculos, la fibra que compone mi cuerpo, pura fibra, algo que muy pocos pueden decir a mi edad, sobre todo tus amigos, esos amantes de mala muerte, o algunos al borde de la muerte, que dices que te gustan...



- Señora- me interrumpió- Esos detalles son irrelevantes para el proceso.

- ¿Usted cree? ¿No puede acaso hacerse la idea de lo desquiciado que estaba?

- ¿Quién?

- El sujeto en cuestión.

- ¿O usted?
-...

- Por favor responda lo que se le pregunta. Ahora, dígame, si usted dice que no fue premeditado...

- No fue conscientemente premeditado, por lo menos.

- No me interrumpa, por favor. Si no fue premeditado, como usted asevera, cómo puede explicar que en su casa hubiese drogas que usted utilizó para hacerlo dormir y cómo explica que lo haya llamado justo cuando el piso de la cocina estaba levantado.

- Bueno, claro, yo jamás tengo ninguna clase de drogas en mi casa, pero unos días atrás tuve que llamar a la niñera para poder asistir a una reunión. Ella, que hace poco fue operada de un tumor y que, debido precisamente a esto, estaba angustiada y ya casi no dormía, trajo sus calmantes y somníferos.

- ¿Usted contrató a una niñera con problemas sicológicos?

- No, simplemente estaba "estresada" por su operación y, además, era una emergencia, no tenía con quién dejar a los niños.

- De manera que esas drogas quedaron en su casa "accidentalmente".

- Así es.

- Justo unos días antes de que usted tuviera la imperiosa necesidad de hacer ese llamado.

- Así es.

- En momentos en que el piso de la cocina de su casa estaba levantado.

- Sí.

- ¿No le parecen demasiadas coincidencias?

- No.

- ¿Usted pretende que le creamos?

- Sí.



Del otro lado de la pared aún escuchaba ciertas zalamerías. Me había dicho, entre medio de ellas, "tráeme un gin-tónic". Me levanté sin expresión y me fui a la cocina. Apoyada sobre un mesón lleno de polvo, pensé "dios mío, ¿en qué estaría? ¿cómo me libro de esta condena?". Entonces, al mirar la cajonera del mueble, recordé las drogas de la niñera. Luego, rocé el cuchillo que había adquirido para mi nueva afición al sushi. Me llegó (o despertó) el aroma a tierra húmeda bajo mis pies. Abrí el cajón y tomé las cápsulas. Le grité desde la cocina "¿lo quieres con limón y hielo?".



-
Sin embargo, ¿cómo es posible que usted describa esta misma escena en su blog aún antes de hacer aquella llamada, incluso antes de que tuviera que asistir a la mentada reunión para la que, más tarde, tuvo que llamar a la niñera deprimida que traería las drogas y, sobre todo, con bastante antelación al arreglo de la cocina para el que, según me informa un arquitecto, no era necesario levantar el piso de baldosas y dejar la tierra a la vista?

- Eso era pura fantasía. Llámelo terapia, si quiere.

- Exactamente, eso es exactamente lo que escribió el 21 de marzo, con varios meses de anticipación. Ahora, si leemos el "post" del 6 de abril... ¿todavía quiere que creamos que todo fue una coincidencia, un acto sin premeditación?

- Sí. Bueno, no sé...

-¿Qué es lo que quiere, señora?

-...

- ¿Qué es lo que quiere?