04 febrero 2006

¿Quieres casarte conmigo?

No había sabido de S. desde aquel día. Por un momento pensé que, otra vez, mi vida se iba reducir a considerar seriamente si yo era el monstruo que él pretendía que era con esa frase de la aparición de la "verdadera Fª". Afortunadamente, esa noche llamó el Gitano que, con mucha timidez, me invitó a ir al Valle del Elqui.

- Puedo llevar a la Paz.
- Pero claro.
- Y ¿cómo nos iríamos?
- En el auto de mi mamá.

No lo consideré ni por una centésima de segundo y acepté. Así que, a la mañana siguiente, partíamos rumbo al Valle del Elqui con los dos niños en el pequeñísimo automóvil de su madre (eso sí, primero llamé tres veces a S. para avisarle que nos íbamos de vacaciones con la Paz, pero como tenía su teléfono móvil apagado, su casilla de mensajes inutilizable, ni me devolvió los llamados, nunca supo, hasta ahora, qué había sido de nosotras).

El viaje al valle místico fue una aventura placentera, avanzanda hacía el interior de los cajones hasta llegar a Cochiguaz, con el río a los pies y la cordillera como un muro imponente de roca, de campamento en campamento, de pueblo en pueblo. No hubo ningún desacuerdo en todo el viaje. Pura armonía que me devolvió la confianza en mí misma, desechando el fantasma del monstruo agresivo y violento que puede habitar dentro.

Una semana después, estamos aquí de vuelta. No tengo el ánimo, eso sí, de llamar a S, para anunciarle nuestra llegada, quiero prolongar el encuentro lo más posible; sin embargo, me llama y con una voz temblorosa y denotando algún consumo, me dice:

- Quiero verte.
- ¿Para qué? No creo que sea el momento.
- Quiero preguntarte algo.
- Bueno, pregúntamelo.
- ...
- ...
- Quiero preguntarte... si te quieres casar conmigo...
- ¿Qué?
- ¿Quieres casarte conmigo?