08 noviembre 2005

Terapia sushi

María, sushi en el parque Bustamante.
Pablo, sushi y cerveza en la Reserva Costanera Sur.
Fernando, pollo con ensalada en el parque Balmaceda, frente al café literario, y nos imaginamos que el parque es el patio trasero de la casa.

Me duelen los pies. Camino descalza por Santiago. Quema. Camino al nuevo departamento de mi amiga. No tenía ganas de recibirme. Estaba muy deprimida por problemas en el trabajo. Se veía mal, ciertamente.

- No te desgastes en odiar a esa gente.

Pero ella no puede dejar de odiar y de pelear.

- No vale la pena, le dije, si ya tienes un mes de licencia ¿por qué no te olvidas y disfrutas?

Va a aprovechar de terminar su tesis del magíster, que comenzó hace más de cuatro años, antes de que naciera su hija. Ya no va a postular a Inglaterra el doctorado, aunque quedó en dos universidades, falló en el examen de inglés, así que ahora prefiere España.

- Deberías irte a analizar por un siquiatra, me dijo y me recomendó a una tal Nadia.

Ahora lo agradezco, sí, gracias, la voy a llamar, me voy a tratar, contesto siempre. Luego tiro el papel a la basura. Recorro a mis conocidos que se tratan. Algunos llevan varios años y no veo que nadie esté mejor, que el que odia deje de odiar, el que trabaja demasiado deje de trabajar, el que esta deprimido piense que la vida es mejor, el que se separó de su mujer esté más resignado, el que no puede amar haya comenzado a amar, el avaro haya dejado de sufrir, el narcisista haya dejado de desear ser el centro de atención... todos igual pero dependientes de ese par de horas que tienen con su terapeuta. Y sí, los terapeutas crean otra patología: la dependencia de ellos. Cristián está toda la semana deprimido hasta que tiene su sesión. Ese día se siente bien, así que ha decidido aumentar las sesiones a dos veces por semana. Bien por la siquiatra. Ojalá mi literatura creara ese tipo de adicción.

- ¿Tú crees?, le contesto en un tono delicadamente irónico.

- Sí, a mi me ha hecho estupendo.

Y sí, el ha hecho tan bien que su hija habla del padre como si estuviera vivo, trasmite toda su frustración odiando a la familia de su marido, está más dogmática e intransigente que cuando la conocí y, lo principal, no se ve bien.

Camino de vuelta al parque a pies desnudos. Mientras Fernando hace piruetas en la pista, me tiendo en el pasto y miro los árboles contra el cielo, las semillas que vuelan, algunos pájaros que las agarran en el aire. Descubro que no tengo otra preocupación que amar (aunque mi amor sea efímero, que es lo mejor).

- El sushi estaba delicioso aunque era bastante malo.

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