03 septiembre 2005

El editor

Tengo un editor favorito. Es metódico, exhaustivo y sincero, pero inconstante (todos los días se cae al litro, otros francamente a un barril); lo peor de Casanova es que me ama.

- ¿Te puedo hacer una pregunta?
- Sí, claro.
- ¿Por qué dejas tantos texto inconclusos?
- ¿Inconclusos? ¿Cómo cuáles?
- Por ejemplo, ése de la historia con tu amigo el periodista, me prometiste más detalles que nunca llegaron.
- Ya no lo recuerdo.
- Pues sí. ¿Te han dicho que tienes algo de Bolaños?
- Me parece que esto es demasiado para ser un halago, pero te dejo decir lo que quieras... ¿sería por lo inconcluso?
- No. ¿Recuerdas que en las historias de Bolaños hay un personaje Bolano que circula a través de todas ellas?
- Creo que sí.
- Bueno, es una suerte de personaje que toma parte de él sin ser él y que construye un mundo coherente en toda su obra ¿me entiendes?
- Más o menos.
- Un poco como tú, sólo que tú no te das el trabajo de construir un personaje, simplemente eres tú.
- Suena peyorativo. De hecho, suena a autoreferencia, a egocentrismo ¿no?
- Bolaños no.
- No... ¡yo, estúpido!
- Aaah. Sí.
- Bueno. Así es.
- ¿Qué es así? ¿El mundo o el personaje?
- Digo que sí, que es autoreferente... es decir, yo soy autoreferente.
- Pero yo me refería a la coherencia del mundo ficcional que construye Bolaños...
-... como si fuera un sólo mundo, una suerte de gran novela que transita por toda la obra de Bolaños, sin que nunca termine... ¿eso?
- Más o menos.
- Sigo sin entender la relación... en fin... de hecho no creo que haya ninguna relación.
- Sólo que me parece que todo lo que he leído de lo tuyo pertenece al mismo mundo, que se sostiene sin que menciones a los anteriores, tan sólo que...
- Ya lo sé... ¿por qué no me mandas los comentarios de los últimos cuentos?
- Creí que los había hecho.
- Pues no.
- A menudo me sucede que creo haber hecho cosas que no he hecho, y pensé que ya los había corregido, como pensé que ya había pagado la renta, pero seguro que tuve todos los comentarios y correcciones en mi cabeza... ya sabes que siempre los leo.
- Muy práctico.
- Cuándo vaya a verte... ¿me darías un beso?
- ¿Un beso de verdad?
- Sí.
- ¡Estás loco! ¡Ahora entiendo! Esto quedará inconcluso como todo lo demás.

La tarada

A veces todo parece marchar para adelante cuando todo lo demás retrocede cantidades inconmesurables.

La Revista parace ir bien. Me ha permitido concentrarme y conocer mucha gente estimulante en el área de la literatura infantil, escritores, poetas, diseñadores, ilustradores, teóricos, me ha permitido, sobre todo, darle un sentido a mis actividades diarias, justo esos días en que dudo si estoy haciendo algo que valga la pena o mejor sería desaparecer del mapa.

Claro que, por suerte, está
Ber,
Sara,
María,
Marlén y
Carlos V.

Otra es
Manuela Castellón.

No sé si es tan estimulante, pero escribe bien y le insisto en que tiene que participar en concursos, por lo menos. Ella se resiste. No se tiene fe.

- ¡No se trata de fe, tarada!

02 septiembre 2005

María Paz: su columna

María Paz, al igual que los galos, sólo le teme a una cosa: que el cielo caiga sobre su cabeza... A ella sólo le interesa encontrar siempre el cielo arriba y en él, la luna y alrededor, las estrellas, la luna, las estrellas, la luna, el cielo.
María Paz también se parece a Obélix, al fecundarse cayó adentro de una olla de poción mágica, que casualmente era yo, y nació con una fuerza que nos sorprende a cada momento. Por suerte, pues cuando el cielo se caiga, ella lo podrá sostener.

Sola dulce

María: Estoy sola.
María: ¿Tú? No puedo creerlo.
María: ¿Por qué?
María: Porque eres una mujer tan dulce.
María: Es extraño...
María: ¿Qué cosa?
María: Que me digas eso.
María. ¿Que eres dulce?
María: Sí.
María: ¿Pero por qué?
María: Yo nunca me percibí como una persona dulce y ahora último tanta gente me lo ha dicho... que no sé...
María: ¿Qué no sabes qué?
María: Si es bueno... eso de ser "dulce".
María: Oh, sí, claro, puede sonar mal, como a empalagoso, incluso a tonto, qué se yo, pero tu dulzura es otra cosa, no es acaramelada ni ingenua, no es artificial, viste, es... como como el dulce de la fruta cuando uno tiene sed.
María: ¿Te parece?
María: Claro y no sólo a mí. Lo que no entiendo es que digas que estás sola.
María: Es que estoy sola, aunque no lo creas.
María: Es raro.
María: ...
María: Yo también estoy sola, pero en mi caso se comprende, aunque con los niños, la verdad es que pocas veces te queda tiempo para darte cuenta de que estás sola como todos los demás...
María:... aunque seas dulce.

01 septiembre 2005

Bloqueo

Chicas, necesito un recordatorio. De hecho, no me acuerdo cómo llegué a casa anoche (¿o debo decir esta madrugada?). Además tengo un moretón en el pómulo derecho. Espero que sólo me haya pegado contra una puerta o algo así y no que me haya merecido un puñete por antipática. Me parece que nos hicimos confesiones importantes en algún punto de la velada... o se sienten aliviadas porque quedó en algún oscuro lugar de mi memoria o me lo vuelven a contar cuando nos veamos otra vez. Creo que apenas llegué, el televisor del cuarto de alojados se encendió con las típicas noticias de accidentes carreteros en las mañanas y, sin entender mucho todavía, me levanté para llevar a Fernando al colegio. En el metro me fui bien escondida dentro de mi montgomery porque no hay nada peor que el tufo a copete a esas horas, sobre todo en una abnegada madre que lleva a su hijo a la escuela.
Sea lo que sea que haya hecho, espero que nada deplorable, tengan presente que las quiero mucho, por favor.

31 agosto 2005

Memorias de la educación sexual: "La exhibición"

En el liceo éramos cuatro mil alumnas divididas en dos jornadas y hubo una época en que los exhibicionistas comenzaron a aumentar en forma exponencial. La directora decidió tomar el toro por las astas ante los “ataques” que sufrían sus pupilas en los alrededores. Llamó a la comisaría más cercana, que estaba sólo a dos cuadras, para pedir ayuda. Mandaron tres carabineras que comenzaron a dictar unos talleres relámpago en sesiones en el gimnasio. Así nos dijeron:

Los exhibicionistas son, primero que nada, hombres cobardes. A diferencia del violador, el exhibicionista no ataca porque, en general, lo que les sucede es que tiene un grave problema con su sexualidad, casi siempre se trata de hombres impotentes que utilizan su miembro para asustar a las niñas como ustedes, pero jamás llegan a consumar un ataque. De manera, chicas, que no les deben temer. De ahora en adelante, a la salida de clases, nunca se vayan solas. Formen grupos y siempre estén juntas. Cuando uno de estos hombres aparezca con su miembro afuera, no arranquen, sino que persíganlo y péguenle con sus bolsos y mochilas”.

Obedecimos y dentro de un plazo prudente desaparecieron todos estos hombres que rondaban el liceo a las horas de salida. Todos menos uno. A pocas cuadras del colegio había un sitio abandonado cerrado por un portón de madera. Cierta vez, frente al portón, un conjunto de colegialas reían, lloraban, se sentaban en la cuneta, gritaban y hacían una gran variedad de gestos. Nos acercamos a ver que sucedía. Por la abertura del portón donde pasaba una gruesa cadena se asomaba un solitario pene erecto, rosado con su cabeza morada. Algunas, impactadas ante tal visión, lloraban paralizadas. Otras no podían contener la risa y se sentaban en el pasto porque las piernas les flaqueaban por las contorsiones de las carcajadas.

- ¡Mira qué feo!- decía una.
- ¡Y qué chico!- agregaba otra.
- Uy, no debe servir para nada- se burlaba una tercera.
- ¿y si lo tocamos?- preguntó una más atrevida.
- Ay, no, ¡qué asco!- dijeron varias.
- Pues yo lo voy a tocar…- amenazó un tercera mientras se acercaba para manosearlo.

Las carcajadas eran incontenibles. Los gritos de asco se escuchaban a cuadras. Hasta que una, viéndolo cada vez más erecto dijo con toda desfachatez:

- Yo se lo voy a chupar…
- ¡Noooooo!- gritamos todas.
- … pero mañana- agregó ella- ¿oíste?- le dijo al dueño del pene solitario a través del portón- Así que lávatelo bien.

Al día siguiente nos impacientaba oír el timbre que anunciaba la salida para presenciar el magno acontecimiento. Llegamos al portón. Allí, como siempre durante las últimas semanas, se asomaba el pene descontextualizado de su dueño, lo que a algunas les resultaba bastante erótico. Al igual que los días anteriores se acumulaban las chicas alrededor con toda suerte de reacciones hasta que llegó la que le había prometido chupárselo. Se acercó.

- No sé… - dijo- ¿se lo habrá lavado como le pedí?
- Yo lo huelo- se ofreció una voluntaria.
- Mmmm, pero está muy chico- agregó la primera.
- Yo lo masturbo- surgió una nueva voluntaria que sin dudarlo lo tomó entre sus manos y comenzó a friccionarlo con suavidad. Una vez que el pene solitario hubo reaccionado, la voluntaria del olfato, se agachó y dictaminó:
- Sí, no huele nada mal.

En medio de un estado nervioso general, expresado de las más diversas formas, incluso de formas incomprensibles como los ataques de llanto, la muchacha fue acercando la boca al pene erecto, apenas lo rozó con la lengua e hizo señas de que no estaba nada mal, luego abrió mucho la mandíbula mostrando su hilera de blancos pero amenazantes dientes. El estrépito fue masivo, las risas y los llantos comenzaron a contenerse para no perderse ninguna sensación del evento. Entonces la chica clavó con todas sus fuerzas, como una bestia, sus dientes en el pene y lo tiró como si fuera una presa a la que desgarrar. Apenas alcanzamos a escuchar el aullido del hombre detrás del portón y ver los frenéticos esfuerzos de un pene que parecía un pobre y pequeño animal tratando de liberarse de las garras de su depredador. Demás está decir que la especie se extinguió de nuestro hábitat gracias a los sabios consejos de las carabineras, quienes nos enseñaron a no temerle a un pene.

Deudas

De un cuarto al otro:

-No me devolviste el video de "Ojos bien cerrados"
- Yo creo que sí.
- No, me pusiste un de "Plaza Sésamo".
- ¿En serio? De todos modos me parece que no se me ha quedado aquí el video de "Ojos bien cerrados". Revísalo entre los que te puse afuera.
- No está. Además creo que te quedaste con otros videos.
- ¿Sí? A mi no me parece, no me interesa quedarme con nada tuyo.
- Pero te los quedaste.
- ¿Sí?
- Sí. El de "Antígona" sí estaba...
- Y hablando de deudas...
- ¡¿QUÉ?!
- ...
- ¿Quieres que te devuelva las dos lucas?
- Eso y lo otro.
- Pero si te fue tu culpa, tú me tiraste las cosas a la calle y me obligaste a pagar un flete y además después me dijiste que no te devolviera la plata...
- En rigor, te escribí un correo en que te decía que te la metieras por el culo... pensé que tenías algo de vergüenza después de decirme que la plata de la Agustina era lo primero para tí, que nunca me iba a faltar...
- ¿Entonces para qué me dices eso y me haces relajarme?
-...
- Y este reloj ¿qué hace aquí?
- Parece que se me quedó traspapelado.
- Me lo voy a llevar.
- Claro.
- ¿Qué le hiciste a la pila?
- Nada.
- ¿Cómo nada? Está suelta.
- Pero yo no le hice nada.
- Pero está suelta y además le falta la tapa.
- ¿Qué tapa?
- La tapa de la pila ¿se la perdiste?
- (Suspiro) Mira, si se perdió no fue intencional, aquí se pierden muchas cosas de ese tamaño y más grandes con los niños.
- La perdiste. Y ahora ¿cómo le voy a poner la pila?
- No sé.
- ¡Pero mira cómo la dejaste!
- Y tú mira cómo dejaste las ventanas.
- ¡Aaaah! ¡Por eso estoy endeudado, por hacerle arreglos a esta casa!
- ¿...?
- No te lo estoy sacando en cara.
- ¿No?
- No. Sólo te estoy recordando que yo hice algunos arreglos en la casa, que pinté estas piezas y por eso estoy endeudado...
- ¿No lo estás sacando en cara? ¿Y cómo se le llama a esa clase de "recuerdo"?
- Siempre has sido una malagradecida, con todo lo que yo hice por esta casa...
- Gastaste 150 lucas en el arreglo y...
- Además pinté estos cuartos ¿de dónde crees que saqué la plata?
- Ya... ponle 200 lucas, descontado que ahora hay que pagarle a alguien para que limpie la pintura de los vidrios... ¿me vas a decir que estás endeudado en cuatro financieras y estás registrado en Dicom porque pintaste la casa?
- Sí, nunca reconoces el trabajo de los demás, todo lo que yo hice...
- En fin... ¿no te parece que era lo menos si vivías en esta casa y me pasabas la cagada que te sobraba después de los cigarros, las drogas, la liga de fútbol, los almuerzos y comidas después de los partidos...
- Mejor me voy.
- Mejor. Es la hora de la cena de los niños.

La puerta se cierra.

30 agosto 2005

Ilusión óptica

Quiero levantarme y meterme entre mi mamá y mi papá. Mi papá tiene un juego en el que construye un puente con sus manos y mis dedos pasan como enanitos sobre él, pero el puente está mal construido y se rompe en su zona más débil, allí donde se juntan los anulares, mis dedos caen al vacío y me ahogo en las carcajadas que me producen las cosquillas que mi papá me hace.

Quiero que, como todos los días, me traiga el desayuno a la cama, leche con chocolate y galletas de agua con paté, siempre una de más para la gata que se sienta a mi lado.

Quiero que mientras mi mamá se queda conmigo en la cama, él se afeite como cada mañana, a poto pelado, se vista y salga a calentar el motor del Land Rover porque, como siempre en invierno, ha caido una helada.

Quiero que mi mamá me ponga el uniforme, aunque en el kinder no lo piden, pero yo insistí porque todas las niñas del barrio ya se ponían jumper azul, camisa blanca con un abrigo con capucha.

Quiero que mi papá me ayude a subir al jeep, que me queda tan alto, y mi bolso de cuero con tiras de color rojo y nos vayamos juntos por las calles escarchadas hasta la casa donde me espera la tante Erika, con todos sus niños, con sus juegos, con mis cuadernos llenos de dibujos en los bordes.

Quiero que llegue la tarde para esconderme en el clóset, como todos los días, para que mi papá me busque y yo escucharlo nombrarme, sentirlo moverse por la casa, fingiendo que no sabe dónde estoy y siempre estoy en el mismo lugar para que él me descubra y me abrace como si no nos hubiéramos visto hace mucho tiempo.

No quiero que mi papá se muera.

No quiero.

29 agosto 2005

La columna sobre Fernando-al-Rashid

Estamos almorzando (la hora en que aparece todo). Fernando mira con acostumbrada aflicción su plato de comida, que puede ser cualquier cosa, arroz con pollo, pasta con salsa boloñesa, papas fritas con carne o budín de sesos.

- ¿Por qué me obligan a comer todos los días?

- Porque tienes un cuerpo que necesitas alimentar para vivir y crecer.

- Si, ya sé, ya sé, las proteínas, las vitaminas, la energía ¿pero por qué me obligan a comer todos los días? ¿no podría ser día por medio? ¿No me alcanzarían las proteínas para varios días?

- No. Tienes que alimentarte todos los días.

- Quisiera ser espíritu para no comer.

Mi madre tercia en la conversación.

-Los espíritus tampoco comen chocolates ni galletas ni nada; los espíritus no hacen nada en todo el día, andan por ahí viendo todas las estupideces que hacen los humanos con cuerpo.

- No importa. Puedo dejar de comer chocolates también.

- Tampoco andan en skate porque no tienen cuerpo ni skates, claro.

- ¿Los skates no tienen espíritu?

- No.

- Pero... pero... ¿una madera entre dos láminas de plástico no tiene espíritu?

- Esteeee... No.

- ¿Acaso los seres vivos no tienen espíritu?

- Esteeee....

- ¿Acaso los árboles no son seres vivos que tienen espíritu? ¿ah? ¿acaso un skate no está hecho de la madera de un árbol que es un ser vivo? ¿ah?

Mi madre vuelve a terciar en la conversación.

- Los árboles son talados por unos empresarios inescrupulosos que los hacen astillas para llenarse los bolsillos de dólares.

- Los billetes de dólares ¿de qué están hechos?

- Esteee... de papel.

- ¿Y el papel se saca de los árboles? Entonces... Los empresarios no-sé-qué ¿se hacen los billetes con los árboles que talan?

- Ya... ¡cómete tu comida!

- ¡Pucha! ¿por qué me obligan a comer todos los días?

Café para el domingo

EL PRIMERO

Quise tenderle una "trampa", pero el café se enfría sobre la mesa. Está más preocupado de la gata allegada, de las infecciones, de los parásitos, de los arañazos, del borde de la escalera donde Agustina podría partirse la cabeza (también podría caer por el balcón).

Él me dice "nadie puede resistir tanto odio".

Silencio.

Explica "me tiraste todas las cosas a la calle y dejaste a tu madre que me vigilara... ningún ser humano puede resistir tanto odio..."

Me pregunto si el odio provenía de mi decisión o de mi madre.

Agrega "siempre me estás agrediendo al decirme que nunca te amé ¿cómo crees que me siento con tu violencia?".

Me defiendo "sólo expreso lo que "siento" y lo que "siento" es que nunca me amaste".

"¿Ves cómo me agredes?"

"No te agredo, lo digo desde mi subjetividad"

Ahí estamos otra vez, el mismo diálogo por años, el café ya está helado, me quedo en silencio, lo observo, pienso "estoy obsesionada con él, no hay otra explicación".

Últimas acotaciones "yo no soy como tú, yo no puedo estar con varias personas a la vez... basta de confundir las cosas... ¿no tienes una pareja?"

"Sí", contesto.

Ya se está yendo y la taza quedó sobre la mesa.

"Tenemos toda la vida por delante... dejemos que el tiempo calme las pasiones... no sigas actuando con la impulsividad que sólo daño nos ha provocado".

"Pero dame un beso", le digo en la puerta.

"¿Viste? A esa impulsividad me refiero. Actúa con racionalidad".

Se va.



EL SEGUNDO

María: Yo creía.
María: Yo también creía.
María: Yo quería creer.
María: Ése es el problema, una quiere creer.
María: Y todavía creo.
María: Yo ya no creo.
María: ¿No crees ya?
María: No y tú no deberías creer o ¿acaso crees que debes creer?
María: La verdad es que no creo que deba seguir creyendo.
María: No deberías querer seguir creyendo. Ya se acabó.
María: Es cierto, ahora pienso que no debo creer, pero vuelvo a creer.
María: Es lo que pasa, yo también creía.
María: ¿Quieres más café?
María: ¿Quieres más pastel?
María: Gracias.

28 agosto 2005

Los otros

De verdad que hay personas que saben amar, que cada una de sus palabras y frases escritas dejan traslucir esa capacidad, textos dulces (verdaderamente dulces, como la fruta, no como el aspartame), que dejan adivinar, sutil y exquisitamente, la riqueza interior de sus "almas".

¿Cómo lo harán?
¿Cómo lo harán?
¿Cómo lo harán?
¿Cómo lo harán?
¿...


...?



http://registro6.blogspot.com

La gata y un beso que se escapa bajo la lluvia

Comienza a llover sobre Santiago y un hecho insignificante me llama la atención: afuera un maullido perturba el silencio de la noche.

No me asomo al balcón porque sé que puedo caer en la tentación de sentir lástima por el animal y entrarlo; sin embargo, no es necesaria tanta previsión, al salir a dejar la basura, se desliza entre las piernas.

¿Qué hacer ahora? Afuera llueve, hace frío, está inhóspito y la gata me mira fijamente. Minutos de incertidumbre que terminan con la gata llorando por el lado de afuera de la ventana.

Sigue lloviendo sobre Santiago. La vida recluída continúa en el interior, con los niños, con la música, con la pantalla del computador, con las dudas, la cama fría.

El domingo viene "él" a buscar a la chiquita. Lo miro, lo quiero besar cuando se me escapa a la calle, logro tocar sus labios, me interrumpe... "¡se entró un gato!".

Huye mientras la gata me vuelve a mirar. Debería echar a esta gata, pero Fernando la ve y ante la idea de dejarla expuesta a la intemperie, se larga a llorar.

- Yo no sé- me dice entre los sollozos- por qué no me gusta el ser humano si yo soy un ser humano.

¿Cómo debo interpretar esto?

Claro que me siento un ser humano vil, que asegurado en su guarida, expone al sufrimiento a los demás seres de este planeta.

Así que aquí está la gata. Ahora, lo primero, como siempre, pero tan inútil, nombrarla.