17 febrero 2006

No más poetas, por favor.

Tengo que seleccionar lecturas para un texto escolar de lenguaje y comunicación de sexto básico. He definido, con el propósito de ordenarme en la búsqueda, cuatro grandes temas, un poco orientada por el programa del Ministerio de Educación. Entonces pienso por qué nunca, de niña, leí las lecturas que se incluían en estos manuales, en qué fallaban que a uno le daba fastidio el sólo verlos ¿eran los textos seleccionados o el mero hecho de que estuviesen en un libro escolar y, por eso, fueran "obligatorios"? ¿o acaso los profesores del ramo? ¿en quién debo pensar: en los evaluadores del Ministerio, en los profesores, en los niños? Un amigo, profesor, me decía que si un docente se sentía "desafiado" por el texto, por ejemplo que suscitara preguntas difíciles de responder, sería inmediatamente desechado.

El año pasado no ganamos la licitación. No puedo asegurarlo, pero después de leer el programa ministerial, creo saber la razón: el manual sólo contenía textos literarios y, desde hace un tiempo, el enfoque de la educación es muy diferente, no interesa que los niños aprendan sobre literatura o que lean literatura, no, el objetivo es más tecnocrático, interesa que los ciudadados de este país, después de fracasar rotundamente en pruebas de medición, como PISA, "comprendan" lo que leen, es decir, que sepan seguir las intrucciones de un manual sin equivocarse, por ejemplo; por lo tanto, un texto de lenguaje y comunicación no es, como nosotros lo concebimos, un libro de "castellano", sino de todos los lenguajes. Así, el manual escolar, debe necesariamente incluir, además de diversos géneros literarios, textos periodísticos, instructivos, notas científicas, señalética, textos técnicos, publicidad, etc.

No podría, en este momento, entregar ningún juicio acerca de los objetivos de la educación porque, primero que nada, no soy una experta, pero adhiero firmemente, casi por intuición, a lo que un académico decía el otro día: ya no esperen más que en Chile vuelvan a salir grandes poetas de pequeños poblados, ya no habrá ni Nerudas ni Parras ni Mistrales (pero, no se preocupen, quizás seamos tan buenos "comprensores de lectura" que prodremos seguir luciendo -y leyendo- cifras macroeconómicas admirables).

Y en eso estoy... ¡ja!

13 febrero 2006

La loca del lado

Este es un barrio donde viven principalmente viejos, de esos tan viejos que vivieron la época de gloria del sector, cuando en la Plaza Brasil se paseaban los ruciecitos de la clase alta de Santiago; de inmigrantes, colombianos, ecuatorianos, bolivianos y, sobre todo, peruanos; y de artistas variopintos, escultores, pintores, escritores, alguna figura de telvisión y cine. Los más viejos tienen la costumbre de mantener sus narices pegadas a las ventanas para escandalizar a una mente bastante reprimida, los emigrantes tienen la costumbre hacer todo en la calle, desde el romance hasta las más furiosas peleas y los artistas la costumbre de no salir de sus casas. Por supuesto, son los viejos los que mantienen un eficiente sistema de "chusmeo". En mi cuadra funciona de la siguiente manera: el cuidador de autos, quien llega a las ocho de la mañana y se va a las ocho de la noche, cumple una extensa jornada de observación de todos los movimientos. Aparentemente sólo saluda y habla con sus amigos de chusmeo, el taxista de la estación del metro, el dueño de una de las pensiones (o conventillo) de la cuadra y la vieja loca de mi vecina. Y ésta última, junto con otra voz de ratón, se encargan de analizar y difundir los hechos acaecidos, utlizando como centro de difusión el negocio de la esquina. A la vieja loca de mi vecina, quienes la estiman, la llaman Conchita. Tiene la manía de hacerse peinados raros, se ha teñido el cabello rosado, naranja zanahoria, rubio blanco y no es nada raro verla en la puerta de su casa conversando con sus informantes en camisa de dormir o bata o con una toalla. Ella además se siente con la responsabilidad de "mantener el orden" de la cuadra, de manera que recurre con pasmante frecuencia al uso de la fuerza pública, es decir, de los carabineros, incluso si es un saxo tocando Summertime. No nos hablamos, evidente, por años hemos tenido los más desagrables disgustos porque nuestras casas están unidas por un patio de luz tan alto que funciona a modo de amplificador y porque, hace ya varios años, cuando yo era una joven sin hijos, ciertamente las fiestas con escándalo se sucedían semana tras semana, lo que significaba tener a los carabineros casi apostados en mi puerta. Más de una vez me tiró un cenicero o me gritó "puta-que-no-tienes-donde-caerte-muerta" o daba completos informes al Gitano cuando llegaba del Sur (y como el Gitano es un tipo paciente, todavía se los da); sin embargo, eso pasó y en apariencia se empezó a aburrir, aunque a veces durante el verano, cuando duermo una siesta con la ventana del patio abierta, escucho:

"Allí se había quedado la loca del lado, afuera de la casa con los dos niños"

o

"Parece que salió, no se escucha ningún ruido ¿vió lo ridícula que se veía el otro día?"

o

"Ahí anda ahora con los dos lachos, uno detracito del otro..."

Pero hoy me desperté con su voz y la de la vieja laucha con:

- Claro, si parece un cabaret...
- Eso creen, que esto es un cabaret.
- Mire, yo no sé cuáles son las constumbres en su país, pero acá son otras y yo se las voy a hacer ver, espérese no más.
- Si, pues, anoche a las dos de la mañana sale gritándole al tipo y hoy en la mañana estaba abrazando y besando a otro en la calle ¡hay que ver!
- ¿Y era la madre o la hija?
- Era la madre.
- A mi me dijeron que era la hija, si esa es la puta.
- Yo pensé que era la madre, que también es puta.
- Pero es que la hija es más negra, que se ve azul, a la que le dicen Zorrucha acá en el barrio.
- Puede ser... ¿usted habló con don Luis?
- Si pues. Pero usted ya me conoce, les voy a llamar a los pacos una de estas noches, con esas escandaleras...

En eso las voces se perdieron porque entraron en la casa y, luego, salieron a la calle. Vaya, pensé, uno está condenado a ser los que los otros quieren ver y se ve que estas viejas están ávidas de sexo.

12 febrero 2006

Minuto a minuto: no te duermas

Al terminar mi segunda cerveza, le digo desde mi asiento:
- Tengo mucho sueño, me quiero ir a acostar.
- No, no todavía... toma esto- sacó cocaína de un papelillo y la puso en la punta de la tarjeta de Falabella.
- No, no quiero.
- Ya, pues, toma, si no te va a pasar nada...
- No quiero- se acercó y me puso el borde de la tarjeta en la nariz. La rechacé, pero supongo que alcancé aspirar algo o me cayó en la boca.

Siempre había leído que la coca devolvía la lucidez que el alcohol quitaba, pero minutos después yo lloraba desconsolada, en el segundo piso "¿quién va a cuidar a los niños? ¿por qué me hiciste esto?" repetía. Llamé a mi amigo, que vino inmediatamente, pero sólo recuerdo estar tirada en la cama. Más tarde, cuando mi amigo se fue, le pedía agua a S., pero ya no confiaba en él, pensaba que podía ponerle cualquier cosa al agua. Entonces me levanté y le pedí que se fuera. Se indignó. Se fue gritando en su bicicleta:

- Maricona desgraciada... así demuestras tu cariño... maricona culiá... jamás te voy a perdonar esto.

Minuto a minuto: lo que otros no te ofrecen y yo sí

"Yo te ofrezco drogas, sexo y placer... tú eres una puta"
"Sí, lo soy... quiero placer, buenas mesas, ropa y sexo"
"No lo digo como un desprecio"
"No, ya lo sé, quiero unas buenas vacaciones para mis hijos, que tú no me puedes dar ahora... soy una puta, si tú lo dices".

Minuto a minuto: labios adormecidos

Apenas le toqué el bigote cuando me pidió besarlo. Sentí la acidez. Fui al baño. Pensé que tenía que escapar a dónde fuera. A Buenos Aires. Luego me senté frente a él. No sentía mi labio superior. Mientras tanto, él trataba de convencerme de lo superior a todos que él era, lo que me estaba perdiendo, un "filete" dijo, después agregó "¿invito a la mina con que me voy a Valdivia?". Lo miré. Ya me sospechaba que la historia de la novia del amigo era mentira...