25 noviembre 2006

Daños

Hay muchas más formas de hacerle daño a una persona que ahorcarla o acuchillarla y enterrarla en el piso de una cocina remodelada. Está el daño soterrado, el que nunca dice nada evidente, el que nunca le dice al otro "eres un imbécil" o "te ves cada día más deteriorado", el que nunca hace nada, y justamente ese "hacer nada" a veces es el más doloroso cuando se espera que se haga algo, aún en contra de alguien. Tal como le sucedía a Erika, que en silencio se esmeraba por llamar la atención de su ser amado (y consideremos aquí que su concepto de "amar" nada tenía en común con el pensamiento oriental), pero él tomaba todas sus decisiones sin ella... por momentos quizás hubiese preferido que hubiesen sido contra ella, con la mínima evidencia de que significaba por lo menos una bruma en su camino. Claro, que en estos casos, el victimario no es consciente del daño que hace, circula por la vida preocupándose de si mismo sin nunca asumir su condición de número en la existencia social, tal como él, ciertamente, considera a los demás, un número, número sin colores con pies que los mueven por las calles, números con bocas que no dicen nada que valga la pena escuchar, número que, eso sí, tienen oídos para escucharlo, a él, el que no es número, el que tiene tantas cosas interesantes que decir de su persona, que tiene tanta filosofía que enseñar mirada por el espejo que lo refleja a sí mismo. Entonces personas como Erika terminan trasformándose en el espejo de estos seres, el reflejo que anula su propia individualidad y puede ser que lo que él vea de si mismo en ella (o en estas personas que podemos ser nosotros mismos) no le guste nada y evite mirarlas o, por el contrario, que, narciso, se enamore de sí, pasando por alto la materia que lo refleja, o sea, el otro.

Desde esta perspectiva, Jimena consideraba el cuchillazo y la tumba en el piso de la cocina un acto de benevolencia con el resto de la humanidad, aunque siempre temiendo que, con la humedad, la maleza otra vez comenzara a aflorar entre las junturas de las baldosas.

23 noviembre 2006

Microfono

- El viernes podríamos inaugurar el nuevo departamento ¿no crees?

- ¿Podríamos?

- Sí.

- El departamento es tuyo, yo no tengo nada que ver.

- Bueno, deja las sutilezas atrás... ¿te parece?

- Y sí, claro... pero yo no voy a ir.

- ¿Por qué?

La inocencia de un niño saliendo del útero o quizás, igualmente, un ser que olvida todo.

- ¿Por qué?

- Sí, ¿por qué?


(- La última vez me ahorcaste ¿no te acuerdas?)


- Bueno, porque no quiero exponerme a situaciones potencialmente dañinas.

- ¿Potencialmente dañinas?


(_ ¿Te estás haciendo el estúpido o qué? No me apetece morir en tus manos, francamente.)


- Sí. Celebra sin mí. Luego podemos hacer una cena privada, aunque no íntima ¿no te parece?

- ...

- ¿Te pido un café?