Estamos almorzando con Fernando un rico lomo con papas fritas (ciertamente me hacía falta comer carne cocida, tranquila, sin pelear por la comida con él) cuando se detiene en seco y pierde la vista en su hermana chica que se hace masajes de palta y lechuga por el pelo y la cara (¡qué se la va a hacer!).
- ¡Qué complejo es el Ser!- suspira.
- ¡¿Qué?!- me atraganto con una papa.
- Digo que complicado es ser humano, mamá.
A pesar de que se me enfríe el bistec, mi conciencia de madre de un niño de seis años con problemas existenciales me obliga a decirle:
- ¿Podemos dejar esta conversación para después de almuerzo?
Me mira comprensivo.
- ¿Para qué, mamá, si no tiene respuesta?- se levanta y deja su plato a medio comer.
Y después los obligamos a leer la abuelita Opalina ¿me entienden?
24 agosto 2005
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