Tenemos que definir la línea editorial para la colección de literatura infantil y ya nos han llegado varias propuestas de escritores que todavía no conozco más allá de su forma de escribir.
Es curioso pasar del lado de los editores.
¡Y terrible!
Sobre tod0 cuando me encuentro con una serie de cuentos muy dulcificados y de frases tan cortas que rayan en el lenguaje extranjero.
Más o menos así:
"Fulanito miró por la ventana. Fulanito vio que estaba lloviendo. Fulanito quiso enconderse detrás de la cortina. La cortina era gruesa y peluda. Fulanito se escondió detrás de la cortina. Detrás de la cortina hacía más frío. De pronto, Fulanito vio una vela. Entonces Fulanito vio a un monstruo. El monstruo no era malo..."
Y sí, más o menos así durante una página y media a un espacio.
No se resiste, a pesar de que mientras leo trato de imaginar qué ilustraciones podrían mejorar los textos que me adormecen y me hacen fijarme el lo amarilla que es la luz de mi escritorio:
Cuestión uno: las ilustraciones no deberían "mejorar" un texto aburrido ni ningún otro, sino cooperar en significados e imaginarios.
Cuestión dos: trato de rescatar la "buena idea" que esconde el texto, pero evidentemente una buena idea no brillará nunca si está mal escrita.
Cuestión tres: ¿cómo puedo decir lo que pienso sin ser la bruta que soy al hablar?
Solución uno: con urgencia debo discutir estos temas con mi socia para intercambiar impresiones (ella, por fortuna, se deja impresionar más por el lado positivo de las cosas) y dejarla, como siempre, que presente el discruso adecuado.
Solución dos: no hay si no quiero perder el trabajo.
Mientras tanto veré que es lo que le sucedió a los Fulanitos en cuestión.
27 agosto 2005
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