Lebu está a tres horas de Concepción por un camino tortuoso y alto, pasando por plantaciones de pinos y magníficas vistas al mar. Es un pueblecito un poco aislado al lado del río Leufú, ventoso, frío, desabrido, dedicado a la pesca y, antiguamente, a la minería del carbón. Allí nació Fulvio y allí vive después de haber transitado por otros lugares estudiando o trabajando. También yo viví allí por quince días que se me hicieron insoportables, en un intento por reconciliarme con uno de mis ex. No lo resistí y pensé que jamás volvería.
Ahora Fulvio, después de un largo camino de tropiezos, pero insistente en sus pasiones, ha organizado un Festival de Jazz que se realiza por segundo año consecutivo y que debe de ser el evento cultural más importante de la octava región. Ha invitado a las mejores bandas de jazz del país. Es imperdible. A partir del lunes, los de Santiago, podrán ver en las estaciones del metro el afiche del festival con el detalle de los invitados.
Pensé que no podría ir, pero inesperadamente, él, el mismo, me ha abierto la posibilidad: me avisó que para la fiesta de fin de año tendría que quedarme yo con nuestra hija porque él se iba a la playa a celebrar. Por supuesto, en un principio, me enrabié pensando que estaba atrapada (¡me cagó una vez más!, pensé) en mi casa para las fiestas, pero ahora le veo la ganancia: si él sale para año nuevo ¿no es justo que a mí me toque el fin de semana siguiente?
Me haría bien. Creo que a todos nos haría bien encontrarnos en las extensas playas de Lebu después de escuchar el mejor jazz de Chile.
27 diciembre 2005
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