28 diciembre 2005

Espejo, solo veo carne


En medio de la inesperada soledad en que quedé cuando él se internó en un centro de rehabilitación, me refugié en un lugar como éste, mundo virtual, de amigos con palabras, pero sin voces ni rostros, el foro de la revista de literatura infantil Imaginaria. Allí estaba él, llamándose Starosta, uno más de una serie de participantes de este grupo, hasta que, de pronto dejó de ser uno más. En ese momento, salió del complejo terapeútico, pero seguí tan sola como antes, tan amiga de Starosta como si mi pareja, mi amor enfermo, no hubiese regresado a Santiago. Las cosas no mejoraron mucho, salvo por los correos que iban y venían desde Buenos Aires. Me parecía un tipo excepcional y, puesto que deseaba escapar, ya saben, crucé la cordillera en busca de ese hombre que me había encantado sólo con sus escritos.

Nunca lo había visto, apenas sabía que era mayor que yo. Algunos me dijeron, antes, que estaba loca y me citaron varios casos mal terminados de relaciones establecidas por medio de la internet, incluso de raptos, violaciones y muertes. Sin embargo, yo lo conocía bien, a Pablo (aunque todavía no sabía cómo se llamaba).

Anoche Andrés me dijo:

- Aunque tengo unos deseos enormes de amar y construir una vida con Erica, me sucede que después involucrarme con la bailarina, no sé, la encuentro gordita, a veces su olor no me gusta e incluso me parece que ya no nos ajustamos sexualmente, como si mi pico flotara dentro de ella.

- Es patético- le contesté- Eres patético y triste.

Lo critiqué mucho, tanto que decidió cortar la conversación antes de que termináramos hiriéndonos. Lo que Andrés no sabe es que cada una de las cosas que me contó, cada una de las críticas que le hice, golpeaban mi carne porque, sí, yo estoy siendo tan estúpida y patética como él, dejándome llevar por exteriores que, de todos modos, se degradarán día tras día, tal como mi cuerpo ya se ha ido deteriorando, buscando, en cambio, un cuerpo donde no hay nada.

También, alguna vez , hace tan poco que lo pueden leer, pensé algo así de triste, lo amo, me encanta, no hay nadie que me haya tratado con tanto afecto y comprensión, mi vida es interesante y vital junto a él, pero... no me gusta tanto su cuerpo, sus piernas son tan flaquitas y su altura apenas supera la mía...

- Eres patética- me dije- Patética y triste.


Fotografía: Jo Ann Callis, Man Standing on Bed.

2 comentarios:

Malayo dijo...

"el amor es lo único que nos da sentido". Como editor te pediría que suprimieras ese cliché que no da el tono con el resto.

Fernanda dijo...

Bueno, querido editor.
Sólo trataba de ser "fiel" a los hechos. Veré que licencia literaria me tomo.