29 diciembre 2005

Jairo y la comida

Es el título del último libro publicado por mi amiga Bernardita Muñoz. Es una historia de corte sicológico que trata el sempiterno problema de la alimentación de nuestros hijos. Lograr que los niños se alimenten es uno de los primeros puntos que trata cualquier manual de sicología en el capítulo referido a la nutrición. Por supuesto, también fue lo primero que leí con primer hijo. El clásico consejo, ante la negativa de algunos chicos de alimentarse, es dejarlos libres, no obligarlos, pues tarde o temprano la fisiología y el instinto de supervivencia hará lo suyo y el niño tendrá la imperiosa necesidad de alimentarse si no quiere morir y, en consecuencia, no ver más tele ni jugar con sus amigos ni ir al parque o sentarse frente al computador. Suena tan razonable que uno lo practica. La desilusión no tarda en llegar, el chico o chica efectivamente tiene hambre, pero todavía no está dispuesto a comerse el nutritivo plato que su madre (o padre) se ha preocupado de elaborar. Es más, se conformaría con un chocolate o un paquete de papas fritas. Ese un punto que no he encontrado en ningún manual de sicología: no se trata de que los chicos no quieran alimentarse (o lo hagan en demasía), sino de que, ante todo, casi por naturaleza cultural o falta de instinto, prefieren todo aquello que abulta, pero no nutre.

Bernardita toma a su personaje Jairo para contarnos la historia de un chico que no quiere comer desde la perspectiva del niño. Les cuento, a los que no tienen hijos, que la perspectiva de los padres no es mejor. Algunos logran dejar al pequeño sin comer, si son fuertes incluso llegan hasta la hora de la cena sin dar su brazo a torcer, pero la mayoría cede antes, desesperados ante el hecho de que el muchachito o muchachita se está desnutriendo. Peor aún, tan ansiosos están, que les da lo mismo lo que se echen a la boca: ¡el punto es que coma! Así es. El padre de Jairo lo deja sin comer y no le manda su colación a la escuela (o colegio, no me acuerdo), de modo que el niño en vez de ver cosas, ve alimentos, y llega muerto de hambre donde su padre que ¡oh! lo espera con un delicioso almuerzo que, en realidad (debo decírselo a Bernardita) ningún padre estará dispuesto a repetir por más de tres días. Esto me recuerda un maravilloso libro que saldrá pronto en Argentina, Hugo tiene hambre, ilustrado por Mónica Weiss y escrito por Silvia Schujer, sólo que en este caso Hugo es un chico de la calle que no tiene qué comer y para quién, como Jairo, todo se transforma en la imagen de un alimento.

(Si quieren saber más sobre el libro de Bernardita, hay un adelanto en la Revista Ají, y si quieren saber aún más, pueden escribirle al correo que allí aparece).


Construcción fotográfica: Yuri Dojc

1 comentario:

Anónimo dijo...

Fa, te conozco, es decir, en persona, éramos compañeras en la universidad y de hecho nos encontramos hace poco. Que raro se siente conocer a alguien así, digo aquí, y luego ponerle cara y voz. Me impresionó tanto que soñé contigo, estábamos en la calle donde yo vivía cuando chica y había como una marcha o fiesta callejera, estaba muy oscuro.
Mira, si busco bien, de repente encuentro la colección de Asterix de mi hermano y te la presto.
Ahora voy saliendo apurada de santiago, saludos de fin de año.
ML (que es MJ)