11 diciembre 2005

Domingo democrático

Madrugada

No, no puedo decirle que no aún.
Llamó ebrio a las cuatro de la mañana:

- Perdimos el último partido de la liga y después me fui a tomar con el arquero, estoy borracho y no creo que me pueda levantar mañana temprano para ir a buscar a la Agustinita... ¿puedo ir a dormir contigo?

Llegó algunos minutos después en la bicicleta y con una botella de whisky.

- ¿Tienes hielo? ¿Quieres?
- Sí. No, yo paso.

Luego nos acostamos en mi cama e intentamos hacer el amor... ¡intentamos! Algo que ni en los peores momentos había fallado. Por algún motivo su erección no llegaba a ser lo potente que antaño. Imaginen las miles de preguntas que se deben de haber revuelto en nuestras mentes: ¿soy yo? ¿es él? ¿estoy más vieja? ¿ya no le gusto? ¿se está drogando demasiado? ¿estoy gorda? ¿ya no lo excito? ¿por qué no me besa?... ni yo me podía concentrar en el placer de tener otro cuerpo junto al mío, sobre todo que fuera el suyo, el punto de languidez impedía la penetración, momentos en que uno trata de mantener desesperadamente la calma... hemos perdido nuestro ritmo, esto nos pasa por tener relaciones con otras personas, pensaba.

- Mastúrbate..., me susurró.

No podía, estaba con él y no podía. Entonces pensé en otro, por primera vez, la forma más genuina de fidelidad que mantenía con él, nunca había fantaseado con otro hombre, pero sí con su cuerpo cuando me encontraba en camas o en brazos ajenos. Luego, lo ayudé a terminar.

Y sí, pensé en otro mientras intentábamos hacer el amor:

- no en el Gitano, que me inspira la más tierna amistad,
- no en el Negro que está casado,
- no en Pablo, para quien no tengo más que palabras halagadoras, pero cuyo cuerpo no se acomoda al mío ya,
- en ningún amante de mi pasado ni inventado,
- sino en él, que ni se lo imagina.

Más tarde sentí tristeza. Pensé que el era el comienzo de final de la pasión que siempre le tuve.


Mañana

Fui a votar. Delante mío una madre y una abuela con una niña de tres años. Jugaba entre las mesas de las vocales. Entonces, más allá de las críticas a los políticos, me conmoví. Pensé que a esa edad a los niños de nuestra generación les apresaban y mataban a sus padres, los secuestraban, o tenían que arrancar a otro país, pensé en el terror de entonces contra esta mañana calurosa y tranquila. Casi lloro, pero me contuve. Así que voté feliz.


Revista Ají

En la tarde, escribir la segunda entrega semanal del cuento ¡Pucha, más Chile!, bajo el pseudónimo de María Pichiauka, en el intento de darle más agilidad a la revista, sobre todo ahora que mis socias se han visto sobrepasadas con la vida familiar y laboral como para colaborar más activamente.

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