Estoy ansiosa por contar aquellas horas, que sí, que no, que adoro, que odio, las primeras, las determinantes de todos las formas de placer que experimentaré más tarde, cuando mi cuerpo adquiera esa forma tan poco sutil de ser mujer un poco antes de ser niña. A menudo, en ciertos mundillos que se definen como particularmente sensibles, se discute un poco más en serio, un poco más en desprecio, esa cualidad infantil que muchos dicen mantener a lo largo de su vida adulta, es decir, aquellas características que valoran, como la capacidad de sorprenderse o esa imaginación desbordada por la falta de una conciencia lógica basada en la matemática o la filosofía, pues los adultos tenemos la magnífica habilidad, casi por instinto de sobrevivencia, de olvidar los lados oscuros de la infancia y sobrevalorar lo codiciado. Casi nunca nos preguntamos que había de adultos en nosotros cuando éramos niños y, así, puedo preguntarles ¿puede haber una mujer en una niña de cinco años?
Después de pensarlo un poco les puedo decir a aquellos que se topen con este escrito, que mi vida está malograda desde la desaparición de mi padre a los cinco años y una violación a los siete años que dejó una mácula de horror estampada en mi alma como la mancha de semen que quedó en el tapizado rojo del sofá en la casa de mi abuela. Esta noche he llorado en esta oscura celda, pero he terminado riéndome, después de masturbarme cruelmente, de la siniestra suerte de una existencia condenada a la perdición, convencida de que no hay nada que pueda hacer que cambie este sino para mejor y que, probablemente, lo que siga haciendo será la continuidad de una serie de errores que se prolongan desde entonces. Y, sin embargo, ya no me importa, una resignación aplastante me ha dominado después de esta velada de insomnio y conciencia con la convicción de que no existe nada que me obligue a ser buena, leal o medianamente ética con nadie salvo con mis hijos y mi madre. De pronto, he tenido un madrugón tan exacto de mi soledad, que no perdería tiempo en pensar dos veces si escapo, engaño o miento con tal de obtener un instante de placer, puesto que la felicidad no está al alcance. Otro giro fundamental se realiza después de esta revelación.
14 diciembre 2005
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1 comentario:
Vya, Fa, de haber sabido que eras amiga de Malayo habría sido más cortés. De haber sabido que estuvimos a un paso de proseguir la conversación cara a cara´habría tenido más cuidado. pero como la red nos da la posibilidad del desparpajo, voy a seguir polemizando contigo, mientras tanto. ¿Cómo es eso de votar por Hirsch y sólo estar dispuesta a escuchar a los que tienen buena ortografía, ergo, los que han tenido acceso a una educación privilegiada?
Me gusta tu blog, ahora que te he situado en el mundo lo leeré con más atención. Y espero encontrarme contigo pronto para hablar de feminismos, sexo y otras cuestiones de interés compartido. Un abrazo
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