12 diciembre 2005

La envidia del pene

Paz anda con una pelota de ping-pong entre las piernas diciendo:

- La Paz tiene pene... la Paz tiene pene...

Pienso en explicarle que las niñas no tienen pene, que la mamá tampoco tiene pene, pero es evidente que mi entrepierna le parece poco atractiva comparada con la de su padre o la de su hermano. Inútil. Mejor dejo hacer a la naturaleza lo suyo. Debo recordar que a mí también me gustaba andarme metiendo cosas tibias entre las piernas y que la sensación de un bultito era placentera (bueno... todavía).

(Aunque una pequeña angustia me acongoja, si acaso no sería esa sensación de placer, la de la pelotita, o la fruta, o el paño tibio el que, de alguna manera, facilitó las violaciones de niña... y ¿si mi chiquita no sabe diferenciar entre una pelota de ping-pong y un pene de verdad? Ciertamente, no es silencio el que debo mantener frente a su "envidia", ciertamente con Fernando ha sido más fácil la prevención, nunca antes pensé en la vulnerabilidad en que deja a las niñas este factor).

Lo llamo para contarle esta nueva atención de su hija, previendo que puede repetirla ante sus abuelos, quienes quizás vean el asunto de otra manera, pero aparentemente está ocupado en algo más interesante y me corta.

Y pensar que alguna vez dije que Freud era un machista (y no tenía miedo).

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