15 diciembre 2005

DORA (Dos: Nabokov)

Descubrí que había sido una suerte de nínfula después de que, hace poco, me trajeron "Lolita" de Nabokov, cuyo narrador, Humbert Humbert, definía así a las nínfulas: "Entre los nueve y los catorce años, surgen doncellas que revelan a ciertos viajeros embrujados, una o dos veces mayor que ellas, su verdadera naturaleza, no humana, sino nínfica; propongo llamar a esa criaturas nínfulas. Entre estos límites temporales (nueve y catorce años) ¿son nínfulas todas la niñas? No, desde luego. De lo contrario, quienes supiéramos el secreto, nosotros, los viajeros solitarios, los ninfulómanos, habríamos enloquecido hace mucho tiempo: Tampoco es la belleza la piedra de toque y la vulgaridad (...) no daña ciertas características misteriosas, la gracia letal, el evasivo, cambiante, anonadante, insidioso encanto que distingue a una nínfula de las demás niñas. (...) Dentro de esos mismos límites temporales, el número verdadero de nínfulas es harto inferior a las jovenzuelas feas, o tal vez sólo agradables o simpáticas hasta bonitas y atractivas, comunes, regordetas, informes, piel fría, niñas esencialmente humanas que acaso lleguen a transformarse en mujeres de gran belleza. (...) Si pedimos a un hombre que elija a la niña más bonita de un grupo colegial, no siempre señalará a la nínfula. Hay que ser artista y loco, un ser infinitamente melancólico, con una burbuja de ardiente veneno en las entrañas (...) para reconocer de inmediato por signos inefables (el diseño ligeramente felino de un pómulo, la delicadeza de un miembro aterciopelado, la carencia de acné y otros indicios que la desesperación, la vergüenza y las lágrimas de ternura me prohíben enumerar) al pequeño demonio mortífero entre el común de las niñas".

No he llegado a saber si me violaron porque nací nínfula o si, por el contrario, me trasformé en una en el instante preciso en que un landronzuelo nos llevó a un sitio eriazo, cuando contada con menos de 5 años y no le bastó con quitarme mis aros de oro, sino que quiso, antes de partir en su bicicleta, dejarme el recuerdo de una lengua babosa paseándose por mi vulva imberbe. No dejo de preguntarme en este encierro, que me da el tiempo de recordar, pensar y escribir, si siempre será así para las niñas, si a Lolita le pasó así o sí a otras niñas de mundos tan ajenos al nuestro, que sin embargo comparten esta misma suerte, les pasó así, como a Pececito.

2 comentarios:

De Josefa dijo...

Qué libro más hermoso: Lolita.
Yo también fui una nínfula.
Qué terrible el momento en que se deja de ser precoz.
Como decía Oscar Wilde: ser precoz es ser perfecto.

Juanma dijo...

Al margen de tu nefasta experiencia personal, las letras de Nabokov son deliciosas y transforman en belleza el horror de la realidad cruda.