07 octubre 2005

Justo ella

- De todas las minas que se te cruzan ¿justo no te acostaste con ella que es mi amiga y mentora?
- Es que no me dieron ganas.
- ¡Cómo que no te dieron ganas!¿Acaso es fea? ¿Acaso es tonta?
- No, mi amor, es que...
- A ver, cuéntame de nuevo.
- Nada. Salimos un par de veces a tomarnos un café. Nos conocimos en un foro sobre literatura. A mi siempre me pareció fascinante, su trabajo, sus ensayos, las entrevistas que daba, pero cuando estuve frente a ella, algo falló. La primera vez la pasé a buscar a su casa y fuimos a un café de Palermo. Charlamos animadamente y me contó un poco de su vida, de su separación y esas cosas, pero pronto noté que me miraba de una forma especial. La jornada estuvo interrumpida por el dentista.
- ¿Por el dentista?
- Quiero decir que tenía que ir al dentista, ella. La acompañé y la traje de vuelta a casa. Entonces me dio un beso muy cerca de la boca.
- ¿Y tú no se lo diste? ¡Qué saco de huevas! Bueno y ¿la segunda?
- Fuimos a otro café, pero entonces la cosa fue más abierta.
- ¿Cómo la "cosa"?
- Digo... esteee... la seducción.
- ¡Ah! Más encima la sedujiste...
- No, no yo, ella, era evidente que quería que nos acostáramos.
- ¿Y?
- Y yo no quise ir más allá.
- ¿Por qué no?
- Porque no me pasaba nada.
- ¡Ay! ¿Cómo que no te pasaba nada?
- No me daban ganas.
- Bah... las ganas se hacen, cierras los ojos y piensas en lo que quieras.
- ¡Amor!
- Sí, claro. ¿Y se enojó mucho con tu negativa?
- Mucho.
- No me la imagino enojada a ella, pero tiene razón, eso no se le hace a una mujer, menos a una mujer como ella.
- Bueno ya, pero no quería empeorar las cosas.
- ¿Empeorar qué? Ya no se puede empeorar más ¿ahora con qué cara la miro? ¿con qué cara si mi marido la rechazó?
- Amorcito...
- Amorcito nada. Lo que debiste hacer es tratarla bien, ir a la cama con ella y allí ¡buuu! no se te para, te haces el impotente, total hay un montón de hombres impotentes dando vueltas, y ella se olvida del asunto.
- Tal vez no se hubiese olvidado.
- Claro que se hubiese olvidado ¿tú crees que a los cuarenta y cinco años uno va andar perdiendo el tiempo con un impotente?
- Pero se hubiese enterado todo el círculo...
- ¡Eso! ¡Justamente eso! Tu orgullo masculino no te permitió ser caballeroso y atento con una mujer como la Virginia por el "qué dirán". Esto es deplorable ¡haberla rechazado justo a ella! ¿Cómo quedo yo ahora?
- Como una mujer con un marido fiel.
- ¡Ja! Te puedo decir con certeza que cuando se entere de que tú eres mi marido, se acaba mi carrera profesional, pero aún peor es tener que sufrir en carne propia el doloroso despecho que debe sentir. No la culpo si me odia a mi también. Realmente, no debes hacerle eso a las mujeres, menos que menos a mis amigas ¿entendiste?
- Claro, cariño.

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