11 septiembre 2005

Ardor

No sé los rumbos que corren.
El odio, por un lado, y la paz en los hogares ajenos (y de paso me pregunto si en los hogares que arden puede haber paz).
Si soy sincera, a veces cuando veo tanto amor, tanto equilibrio, tanto acuerdo, tantos pasos firmes sobre la cuerda floja, me pongo de muy mal humor:
no sé si es envidia
o es rabia
o es impotencia.
o quizás tenga la anticuada idea de que sólo el tormento de un alma insegura tiene algo que decir sobre la humanidad.
Entonces no entendía el odio de Sara y ahora que lo conozco en carne propia lo comprendo, pero sobre todo sé que lo peor de todo es aprender a convivir con él, que no existe la venganza, o que la venganza no acaba con él, o que no hay manera de eliminarlo, apenas la posibilidad de controlarlo y dejarlo, como ella, anudado en las entrañas hasta que la muerte nos libere.

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