Hugo y Luis tenían cinco años de diferencia y eran hermanos de un mismo padre. Al morir su padre, sus destinos se separaron. La madre de Luis se casó con un empresario y llevó, siempre, una vida muy acomodada, ustedes saben, buenos colegios, empleadas domésticas que iban detrás de él ordenando, varias carreras universitarias, departamento en un barrio pudiente a los veintitantos, automóvil, deportes y gustos caros y la posibilidad de trabajar cuando quisiera en la empresa de su padrastro.
La madre de Hugo, en cambio, que era socialista, tuvo que partir exiliada, primero a Alemania, luego a España, buscando un lugar con costumbres más parecidas a las nuestras para su hijo que, sin embargo, nunca llegó a ser más que un sucio inmigrante, de piel oscura y aspecto indígena, por más que eso no se notara en nuestro país. Tal como la mayoría de aquellos niños que crecieron en el extranjero, expulsado el Dictador, Hugo quiso un día volver a su tierra natal para que reconocer sus orígenes. A los veinte años tomaron unas pocas cosas, algunos libros y su gato regalón y llegaron sin nada, aunque para ellos la educación española era una garantía para que Hugo encontrara un buen trabajo.
No fue así. Hugo, como la mayoría, cayó en el círcuito de los explotados, aunque su hermano lo recibió con los brazos abiertos. Fue un maravilloso reencuentro de hermanos que comenzaron a aprovechar todo el tiempo que habían estado separados, hasta que, en algún momento, nació el proyecto de crear una editorial. Hugo puso todo el esfuerzo, pues carecía de dinero y menos de la posibilidad de ahorrar y Luis, apelando a su madre, puso el capital necesario para hacer efectiva la sociedad ante las leyes y, sobre todo, impuestos internos. Todos ganaban en apariencia: Hugo obtenía un trabajo digno y Luis invertía en un negocio que le daría más rentas.
Sin embargo, el dinero lo corrompe todo: Hugo comenzó a sentir que trabajaba mucho y solo, y Luis que no obtenía las ganancias necesarias para un departamento nuevo, pero sobre todo comenzó a sospechar que Hugo se quedaba con dinero que le correspondía a él.
Aquí viene el clímax: Luis le tendió una trampa a su hermano para comprobar sus sospechas y, según sus conclusiones, el asunto era como él había mal pensado y decidió terminar con la sociedad bajo la excusa de que Hugo lo estaba engañando y lo hacía vivir en una constante inseguridad, inseguridad económica que ya sabemos Luis nunca ha conocido.
- Luis y su madre me van a presentar una oferta para disolución de la sociedad, le contó Hugo a una amiga.
- Pues, entonces ten mucho cuidado: nadie que tenga tanto dinero, por buenos que parezcan, han dejado de pasar por encima de otros, explotándolos o despojándolos de lo poco que tienen; cada empresario que tiene hijos en universidades caras, con departamentos y automóviles, lo han hecho a costa de la necesidad y la pobreza de otros muchos.
- Eres muy mal pensada, le contestó Hugo, quien todavía buscaba una explicación lógica para los actos de su hermano.
- Sólo ten cuidado.
06 diciembre 2005
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