Lo hice llorar.
Es decir, no sé qué fibra toqué cuando le dije:
- ¡Eres muy fresco! Esta es mi casa y tú sientes como si fuera la tuya ¿siempre eres así o sólo acá te sientes como si todo te perteneciera?
Por un lado, pensé que el Gitano tenía asumida su condición de errante definitivo, que se instala en cualquier casa como si fuera la suya, pero además hace tiempo creo que debo fijarle límites que no establecí antes, cuando todavía (yo) creía que el mundo podía ser hippie.
Sin decir nada, sacó su ropa de la lavadora sin centrifugarla, aunque sólo quedaba ese paso. Puse la nuestra, es decir la mía y la de los niños. Subí a terminar de preparar el desayuno, pero el Gitano no subió. Lo llamé. Nada. Bajé a buscarlo.
Ahí estaba en el living leyendo un libro de Noam Chomsky. Entonces se puso a llorar.
- ¿Qué te pasa?
Nada, lloraba. Le pedí perdón, tal vez fui muy dura, quizás injusta, le pregunté una y otra vez que le pasaba, pero nada, como si no supiera que era inútil preguntarle qué le pasa a un hombre, sólo murmuró que se sentía muy mal, cansado. ¿Cansado de qué? No sé a ciencia cierta.
Al rato, bajó Fernando. Se fueron al parque y les pregunté si volvían a almorzar. Dijo que no. Vano insistir.
Recordé esto:
- Eres una sádica, me dijo él.
- ¿Qué te pasa?
- No, no me entiendas mal, no una sádica patológica, pero Freud divide a todas las personas en dos tipos, según sus tendencias, sin que estén enfermas: unas tienden al masoquismo, otras al sadismo. Tú eres de las que tienden al sadismo, pero de "Sade" ¿entiendes?
No, no sé si le entendí ¿acaso quiso decir que entre sufrir yo y que sufran los otros, prefiero que los otros lo hagan? ¿qué tiene que ver Sade? ¿quiere decir que ese sufrimiento está bajo un mandato sexual?
Pensé si decirle que esta era mi casa lo había afectado en los más hondo o... ¿sería que me vio saludándolo más cariñosa que de costumbre cuando llegó a buscar a Paz?
13 noviembre 2005
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