13 febrero 2006

La loca del lado

Este es un barrio donde viven principalmente viejos, de esos tan viejos que vivieron la época de gloria del sector, cuando en la Plaza Brasil se paseaban los ruciecitos de la clase alta de Santiago; de inmigrantes, colombianos, ecuatorianos, bolivianos y, sobre todo, peruanos; y de artistas variopintos, escultores, pintores, escritores, alguna figura de telvisión y cine. Los más viejos tienen la costumbre de mantener sus narices pegadas a las ventanas para escandalizar a una mente bastante reprimida, los emigrantes tienen la costumbre hacer todo en la calle, desde el romance hasta las más furiosas peleas y los artistas la costumbre de no salir de sus casas. Por supuesto, son los viejos los que mantienen un eficiente sistema de "chusmeo". En mi cuadra funciona de la siguiente manera: el cuidador de autos, quien llega a las ocho de la mañana y se va a las ocho de la noche, cumple una extensa jornada de observación de todos los movimientos. Aparentemente sólo saluda y habla con sus amigos de chusmeo, el taxista de la estación del metro, el dueño de una de las pensiones (o conventillo) de la cuadra y la vieja loca de mi vecina. Y ésta última, junto con otra voz de ratón, se encargan de analizar y difundir los hechos acaecidos, utlizando como centro de difusión el negocio de la esquina. A la vieja loca de mi vecina, quienes la estiman, la llaman Conchita. Tiene la manía de hacerse peinados raros, se ha teñido el cabello rosado, naranja zanahoria, rubio blanco y no es nada raro verla en la puerta de su casa conversando con sus informantes en camisa de dormir o bata o con una toalla. Ella además se siente con la responsabilidad de "mantener el orden" de la cuadra, de manera que recurre con pasmante frecuencia al uso de la fuerza pública, es decir, de los carabineros, incluso si es un saxo tocando Summertime. No nos hablamos, evidente, por años hemos tenido los más desagrables disgustos porque nuestras casas están unidas por un patio de luz tan alto que funciona a modo de amplificador y porque, hace ya varios años, cuando yo era una joven sin hijos, ciertamente las fiestas con escándalo se sucedían semana tras semana, lo que significaba tener a los carabineros casi apostados en mi puerta. Más de una vez me tiró un cenicero o me gritó "puta-que-no-tienes-donde-caerte-muerta" o daba completos informes al Gitano cuando llegaba del Sur (y como el Gitano es un tipo paciente, todavía se los da); sin embargo, eso pasó y en apariencia se empezó a aburrir, aunque a veces durante el verano, cuando duermo una siesta con la ventana del patio abierta, escucho:

"Allí se había quedado la loca del lado, afuera de la casa con los dos niños"

o

"Parece que salió, no se escucha ningún ruido ¿vió lo ridícula que se veía el otro día?"

o

"Ahí anda ahora con los dos lachos, uno detracito del otro..."

Pero hoy me desperté con su voz y la de la vieja laucha con:

- Claro, si parece un cabaret...
- Eso creen, que esto es un cabaret.
- Mire, yo no sé cuáles son las constumbres en su país, pero acá son otras y yo se las voy a hacer ver, espérese no más.
- Si, pues, anoche a las dos de la mañana sale gritándole al tipo y hoy en la mañana estaba abrazando y besando a otro en la calle ¡hay que ver!
- ¿Y era la madre o la hija?
- Era la madre.
- A mi me dijeron que era la hija, si esa es la puta.
- Yo pensé que era la madre, que también es puta.
- Pero es que la hija es más negra, que se ve azul, a la que le dicen Zorrucha acá en el barrio.
- Puede ser... ¿usted habló con don Luis?
- Si pues. Pero usted ya me conoce, les voy a llamar a los pacos una de estas noches, con esas escandaleras...

En eso las voces se perdieron porque entraron en la casa y, luego, salieron a la calle. Vaya, pensé, uno está condenado a ser los que los otros quieren ver y se ve que estas viejas están ávidas de sexo.

1 comentario:

espinozadobson dijo...

Que bonita vecindad...Yo también tengo de vecina a un vieja solterona que sale a sapear a la calle, cada vez que alguién llega al portón. Oye, día y noche ha. ¿Qué será eso? Suerte. R.