"No, nada de eso. Simplemente, en la mañana, cuando te escribí, estaba en clases y no tenía tiempo de argumentar nada, pero la duda me daba vueltas.
Bueno, pensaba que de todos modos no te acordabas mucho de esa ocasión, cuando A, contra toda la naturaleza que le adjudicamos al verlo tan tranquilo, se lanzó a tu cuello sobre mi cama para ahorcarte, al tiempo que yo me lanzaba sobre él para impedirlo. Claro que no te acuerdas mucho, estaban los dos muy borrachos, lo suficiente para dejar escapar a los monstruos que nos habitan.
El punto, más absurdo todavía, es que me preguntaba por qué, de todas las formas de agresión, del puñetazo, el cuchillazo o el botellazo, había elegido justamente el de "ahorcar", de enterrar sus pulgares en tu garganta con el fin de quitarte el aire y si en el el hecho de "ahorcar" de esa forma hay más intención de muerte que en lanzar un puñetazo en el ojo.
Estas son cosas que a uno le pasan desapercibidas hasta que "accidentalmente" muere alguien. Parece hasta una metáfora, pero te aseguro que no lo es".
28 agosto 2006
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario