25 septiembre 2005

Algo inusitado

De regreso del nuevo local de un amigo, con los dos niños, uno adelante en la patineta, la otra arrastrando su propio coche, me topo con seis rezagados de la marcha por el orgullo gay. Dos ellos son travestis. Uno, pelo largo, rubio, bluyines y blusita ajustados, alto, tosco, maquillado. El otro, un mulato más delgado, pantalones negros delineando las piernas, el pelo tomado en cientos de trencitas que le llegan a la cintura. Están a un costado de la iglesia de los salesianos y al verme venir y pasar comentan algo que escucho, pero ciertamente no entiendo. ¿Qué pueden comentar seis gays en la alameda de una "señora" como yo?, pienso mientras camino entre ellos. Al doblar en la esquina, los olvido, observo un velatorio y su gente alrededor, tratando de imaginar quién era el difunto, si, por los rostros, puedo deducir si la muerte era esperada o no, más allá algunas jóvenes entrando a la iglesia. De pronto, alguien me golpea fuertemente las espaldas, tanto que pensé que algún amigo bruto me estaba dando una sorpresa, pero acto seguido, o sincrónico a mi pensamiento, siento un apretón furioso en mi culo. Por el ángulo visual más alejado del centro, aparece la figura del travesti rubio, que me dice "perdón".

¿Perdón?

Varias cuadras más allá todavía sentía el escozor del pellizcón en mi nalga, un apretón que, por cierto, no tenía nada de erótico, ni sensual, ni morboso... y varias cuadras más allá, todavía seguía perpleja, sin poder entender qué había pasado, ni menos que llevó al travesti a agarrarme así.


Un sólo pensamiento

Uno solo ocupa mi mente, incluso cuando las burbujas del organillero nos rodean y los niños nos aplastan bajo su deseo de tomar lo intagible ¡puf! ya creen que las tienen en la mano cuando se desvanecen, pero vuelven a correr tras las pompas de jabón, cayéndose, saltando, gritando, desesperándose, riendo, empujándose ¡puf! ya las alcanzan y revientan en millones de gotas invisibles. Así persigo yo al sujeto de mi deseo.

Jean Lahor

He vivido, he soñado ¿habré creado nada más que un sueño?
El dolor y la lucha y el duro trabajo humano
Y la felicidad y la ebriedad o la alegría tan breve
¿no fue todo para mi, mortal, un vano sueño?

He vido, he soñado, he conocido el engaño
El engaño de amar y creerme amado
y los besos y el llanto ¿no era todo sino un ensueño
como la dulzura de los ojos que me han encantado?

Sueño, habría pasado por el sueño de las cosas
Y el extraño encanto y la tierra y el cielo
Al huir ¿no habrán dejado una huella real
a mis ojos muertos bajo los párpados cerrados?

El universo vacio es un reflejo de mi ser
He pasdo, he soñado, atormentado por igual
¿Será real sólo la sombra en la desapareceré
juntos con los recuerdos de las luces que me dio?

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